Del automovilismo deportivo suelen decirse muchas cosas que rozan la polémica o directamente son polémicas. Estas “singularidades” las tienen todas las categorías, tanto las que corren en asfalto, como el rally, el cross country o las carreras en trazados de tierra (como las del karting). Cada una convive con sus demonios y le ofrece pelea, mientras no deja de acelerar. Porque aquí también el show debe continuar.

Aceleración a pleno de fondo, analicemos cómo lo cultural atraviesa, en múltiples sentidos, a una de las disciplinas más populares y tradicionales de Tucumán en particular, y de la Argentina en general. Sin olvidar lo que sucede en el mundo, porque en todas partes cuecen habas.

Las polémicas empiezan con la eterna discusión sobre si se lo puede considerar un deporte. Los que así se expresan prejuzgan que quienes se ponen un buzo antiflama simplemente manejan un auto y no hacen un gran esfuerzo ni se entrenan.

Luego está la preocupante clasificación de machista, dado por un lado por la escasa o nula presencia de mujeres que corren o trabajan en los equipos, y por el otro por las condiciones “inhóspitas” que sufren aquellas que ocupan un lugar.

Los más clásicos en sus gustos deportivos incluso consideran al automovilismo, sobre todo el de pista, como mayormente aburrido. “Es sólo dar vueltas y más vueltas, peor cuando el que va adelante se escapa”, dicen.

Los críticos hablan de deporte contaminante en lo atmosférico y lo acústico, por diversas cuestiones en torno a la organización y desarrollo de una competencia.

Los clasistas arguyen que es elitista no sólo desde lo conductivo sino también desde lo presupuestario, por lo caro que es poder participar de una carrera.

Visto estos planteos, abogados del automovilismo se necesitan. Intentaremos practicar aquí algunas defensas antes las “ofensas” arriba mencionadas y buscaremos respuestas a los cuestionamientos.

¿Es conceptualmente un deporte?

No considerarlo así sería un grave error. Quienes van al volante requieren de una preparación física y mental, además de un régimen alimenticio. Además, es deporte porque está regulado por la Federación Internacional del Automóvil (FIA), que rige a nivel mundial esta actividad. 

Pero hay un punto difícil de resolver. En esta discusión que toma en cuenta la participación de la máquina por sobre el humano, el automovilismo no está en la carta de disciplinas que acepta el Comité Olímpico Internacional. Y esa ausencia resulta de una combinación de factores algo compleja. El COI rige “la organización, la acción y el funcionamiento del Movimiento Olímpico y fija las condiciones de la celebración de los Juegos Olímpicos”. Para esto último se debe cumplir con los siguientes requisitos: 1) estar respaldado por una federación internacional; 2) ser practicado masivamente en el mundo; 3) cumplir con determinados criterios éticos, financieros y de historia; 4) ser aprobado por el COI mediante votación.

Yendo punto por punto, el deporte motor podría cumplir con casi todos. ¿Por qué hay un problema entonces? Sin dudas, está en lo referido a su práctica masiva, lo cual da pie para tratar los otros puntos polémicos.

¿En lo práctico, es un deporte?

Una respuesta rápida sería: la preparación física no es lo único que se entrena en el automovilismo, sino que hay muchos ejercicios de neurociencia en los que se trabaja, por ejemplo, reflejos, coordinación, y concentración.

Si el entrenamiento físico es fundamental, también lo es el mental. Y es clave llevar también una vida ordenada y seguir una adecuada alimentación (o sea, nada que otros deportes no requieran). Tener balanceados estos aspectos hace hoy la diferencia en quienes convirtieron al automovilismo en su profesión. Y aunque parezca increíble, este es un concepto que recién cobró fuerte protagonismo desde la década de los 90 y los albores de los 2000. Antes, la mayoría de los pilotos no le daba importancia a estos aspectos. Hoy, hay perfeccionistas en la preparación. Incluso en Tucumán eso se nota sobre todo en quienes salen a competir a nivel nacional e internacional.

¿Es machista?

De sueños vive el hombre y la mujer. Y si de soñar se trata, es probable que manejar un auto de carreras, aunque sea una sola vuelta a un circuito, es un anhelo que une a los géneros. De hecho, el automovilismo es uno de los pocos deportes que suele poner en escena a ellos y ellas en simultáneo, es decir, midiéndose mano a mano. Como lo hacen también las carreras de relevos en el atletismo y la natación, el tenis de dobles, el badminton, los clavados olímpicos, el frontón y otras disciplinas menores.

Es una certeza que en el deporte motor se pone en juego una masculinidad asociada a los vehículos en general, que representan el placer por la fuerza, el riesgo, la adrenalina y la velocidad. Y la pasión por los fierros, la grasa y el polvo. Pero cuando una mujer tiene la posibilidad de competir de igual a igual, el automovilismo deja atrás ese sesgo machista. Aun así, siendo un deporte mixto, sin embargo sigue asociado al hombre. Con ello, afloran las percepciones y los estereotipos.

Repasando las listas de participantes de carreras pisteras, por ejemplo en la Argentina, asoman las particularidades. Sí se pueden ver mujeres compitiendo, pero más que una tendencia, siguen siendo excepciones. Por caso, en la categoría más importante, el Turismo Carretera, no hay. La F-1 (la más relevante del mundo) tampoco tiene una piloto (hubo sólo cinco en la historia), aunque sí se nota una multiplicación de ingenieras, mecánicas y directivas. Distinto es el caso, por ejemplo, del rally, del cross country y del karting, en los que las mujeres tienen fuerte protagonismo.

Un dato: desde su creación a finales de 2009, la misión de la Comisión de Mujeres y Deporte Motor de la FIA es aumentar el nivel de participación femenina a todos los niveles y en una amplia variedad de tareas.

No obstante, es cierto que las desigualdades están vigentes. Y que por caso en las categorías pisteras, aunque se ven avances, lograr que no sean sólo espacios de varones es una meta para la cual todavía hay mucho camino por recorrer.

¿Es aburrido?

Aquí interviene lo subjetivo. En el cine, puede haber películas que son un bodrio, pero igual tendrán fanáticos que las vean. O, en la música, artistas que no transmiten nada pero de todos modos convocan público. El automovilismo es un espectáculo de velocidad, superaciones, maniobras al límite, toques e incluso vuelcos, pero puede fallar y generar carreras sin emociones. Muchas veces eso se da cuando lo reglamentario tiene anomalías y favorece a tal o cual piloto o equipo.

También hay que considerar que el automovilismo pistero argentino -por presupuesto generalmente- no es como el de EE.UU., donde las carreras son la excusa para montar un show dentro y fuera de las pistas. Más allá de la tecnología puesta en escena (que es mucha, conducida por un capacitado factor humano), son pocas las categorías que en nuestro país ofrecen un espectáculo integral. Tal vez el Turismo Nacional, en el que corren tucumanos, sea el que ofrezca la mejor propuesta para pasarlo bien.

En el rally y el cross country es otra la historia. El espectáculo puede estar en ver pasar vehículos a más o menos velocidad, pero también se lo siente formando parte del público que vive las carreras como una poderosa experiencia social. Sólo los que asistieron a caminos y sendas por una competencia saben que esto no es una exageración.

¿Es contaminante?

Como la mayoría de las actividades que ejecuta el ser humano, sí lo es. Y es un camino empinado crear consciencia entre quienes organizan carreras, compiten y participan como espectadores.

Lo ponemos en términos de la F-1: en 2019 se hizo un estudio al respecto y se estimó que cada coche emitía más de 4,48 toneladas de CO2 durante toda la temporada, y unos 250 kilos de CO2 por carrera. Esto es, casi tanto como un camión de transporte pesado o un vehículo industrial. Ese año la categoría diseñó una estrategia con el objetivo de llegar a las 0 emisiones netas en 2030. En esa vigente búsqueda, se trabaja en la potenciación de programas de captura de carbono; en la mejora de la eficiencia de los motores; en el uso de un combustible 100% sostenible que se utilizará a partir de 2026; en la reutilización y el reciclaje de todo el material que se usa por carrera. Incluso, ya es común el uso en los autódromos de energía renovable, sobre todo la solar.

En Argentina, el TC viene realizando acciones desde 2022. Por un lado se ha estado trabajando en lo referido a la emisión de los motores. Y por otro se tiende a contar con competencias sustentables, a partir de un triple impacto positivo: social, económico y ambiental. En los hechos, se instalan sistemas de paneles solares que proveen de energía limpia a los circuitos; se insta a plantar árboles en los predios que sirvan como barrera acústica ante la polución sonora; se separan y recuperan residuos plásticos; se gestionan residuos peligrosos (como aceites, filtros y trapos sucios); se confeccionan folletos promocionales con papel reciclado y se dan charlas sobre temas ambientales.

¿Es elitista?

Una frase suele escucharse en los ambientes “fierreros”: “sin plata no se puede correr”. Claro que el automovilismo no es el único deporte que requiere de dinero para ser practicado, pero es el más demandante. Esa necesidad de contar con un presupuesto se convierte en la mayoría de las veces en la culpable de que un gran talento no pueda competir. Y por extensión, alguien que no sea tan bueno acelerando, pero con dinero, llega a las principales categorías.

Para ser piloto no sólo hay que pensar en contar con un auto, con un equipo que lo asista en la pista y le traslade la máquina hacia y desde un autódromo. Además se deben atender los gastos de carreras (como la inscripción, la ficha médica, el seguro), lo imprevisto (como roturas), y el equipamiento que por reglamento se debe usar. Dicho en pocas palabras, practicar automovilismo bajo estos términos económicos no es para cualquiera.

Conclusión

El automovilismo pistero es una de las grandes pasiones de los argentinos, ya sea de los que corren como de los que asisten a los autódromos a verlos girar en la pista. En Tucumán un hecho marca a fuego una realidad: hace casi 20 años que se cerró el “Nasif Estéfano” del parque 9 de Julio, pero ello no frenó el entusiasmo. Y así como surgieron y siguen apareciendo corredores, también el público se traslada masivamente a los circuitos, como se puede ver cada vez que hay acción de la buena en el trazado de Las Termas.

El rally también se vive a pleno en la provincia, aunque internamente esté en una etapa de decadencia. La salida por ahora es ir a correr en otras provincias. El creciente interés por el cross country, al influjo del paso del Dakar por el país, dejó una interesante estela de cultores. El karting, a su vez, tiene una fuerte raigambre en quienes no cuentan con grandes presupuestos o en aquellos que pretenden iniciarse en el manejo de un vehículo deportivo.

Que la pasión por el automovilismo se mantenga vigente no significa que se trate de una actividad impoluta. Porque así como otros deportes, tiene sus fallas, sus dudas, sus omisiones y sus dramas. Lo bueno es saber que, aunque haya cosas que se ven difíciles de cambiar o mejorar, los intentos están y mucha gente trabaja en ello.